
Cuando hablamos de economía internacional, solemos centrar la atención en grandes instituciones con capacidad de préstamo como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI), o en foros políticos como el G20. Sin embargo, hay una organización que, pese a no conceder créditos, tiene una influencia decisiva en la calidad de vida de sus ciudadanos, desde la educación que reciben los jóvenes hasta los impuestos que paga la población: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Fundada en 1961 y con sede en París, la OCDE es un organismo internacional que agrupa a 38 países miembros, en su mayoría democracias con economías de mercado avanzadas, lo que le ha valido el apodo de «el club de los países ricos». No se limita a analizar datos macroeconómicos; su misión va mucho más allá: es un foro donde los gobiernos de estos países se reúnen para intercambiar ideas, compartir experiencias y buscar soluciones a problemas comunes que afectan directamente a la población.
¿Por qué debería importarte lo que dice la OCDE? Porque sus estudios y recomendaciones se convierten a menudo en la hoja de ruta que siguen los gobiernos para reformar sus sistemas de pensiones, sus políticas educativas y sus estructuras fiscales. En este artículo, analizaremos qué hace exactamente la OCDE, cuál es su valor real y por qué ser parte de este club es una ambición para muchas naciones.
De la reconstrucción tras la guerra a la guía global
Para situarnos históricamente, la OCDE tiene sus raíces en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), creada tras la Segunda Guerra Mundial para administrar la financiación que el Plan Marshall de Estados Unidos proporcionó en la reconstrucción de Europa. Una vez superada esa fase crítica, la misión evolucionó. En 1961, se transformó en la OCDE, ampliando su vocación a lo transatlántico y enfocándose en promover el bienestar económico y social a nivel global.
Hoy, sus objetivos fundacionales siguen siendo:
- Lograr la mayor expansión posible de la economía y el empleo en los países miembros, manteniendo la estabilidad financiera.
- Contribuir a una sana expansión económica en el conjunto de países, miembros o no, para impulsar el desarrollo mundial.
- Favorecer la expansión del comercio mundial sobre una base multilateral y no discriminatoria.
A diferencia de otras instituciones similares, como el Banco Central Europeo o el FMI, la OCDE no tiene poder para imponer sus decisiones ni otorga financiación directa. Su poder reside en la influencia, el análisis comparativo y la revisión por pares, que proporciona un punto de vista mucho más amplio y, por tanto, más objetivo.
La OCDE como comparador de países
La principal herramienta de la OCDE es la comparación de datos (o benchmarking). El organismo recopila y analiza una cantidad ingente de información de sus países miembros en áreas tan diversas como educación, sanidad, política medioambiental o comercio.
Esta comparación, presentada en informes detallados, permite a un país ver cómo se posiciona realmente frente a sus pares en temas cruciales. Por ejemplo:
- Educación: El famoso informe PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos), que evalúa el rendimiento de los estudiantes en matemáticas, ciencia y lectura, es quizás su estudio más conocido. Un bajo resultado en PISA pone en alerta a un gobierno sobre la necesidad de reformar su sistema educativo.
- Impuestos: La OCDE es fundamental en la lucha contra la evasión fiscal internacional, estableciendo estándares y promoviendo acuerdos para que las grandes empresas paguen impuestos donde realmente generan sus beneficios. El acuerdo para un impuesto de sociedades mínimo global es un logro directo de su trabajo.
- Bienestar: Informes como el Better Life Index miden factores que van más allá del PIB, como la esperanza de vida, la calidad del aire o el equilibrio entre vida laboral y personal.
Al exponer públicamente qué países tienen las mejores tasas de empleo, los mejores sistemas sanitarios o las políticas más eficaces, la OCDE presiona indirectamente a los gobiernos para que adopten las «mejores prácticas» probadas por sus socios. Es un ejercicio de transparencia y auto-mejora continua.

Países miembros de la OCDE
Los miembros de la OCDE, por año de ingreso a la organización:
1961: Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Grecia, Irlanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, Suecia, Suiza, Turquía.
1964: Japón
1969: Finlandia
1971: Australia
1973: Nueva Zelanda
1994: México
1995: República Checa
1996: Corea, Hungría, Polonia
2000: República Eslovaca
2010: Chile, Israel, Eslovenia, Estonia.
2016: Letonia
2018: Lituania, Colombia
2021: Costa Rica
La membresía como sinónimo de estatus
Actualmente, el ingreso a la OCDE es un proceso largo y riguroso. Países como Argentina, Brasil, Perú y Bulgaria están en negociaciones para unirse, y no es casualidad que no lo hayan conseguido automáticamente.
Ser miembro de la OCDE no te hace automáticamente más próspero, pero actúa como un sello de calidad internacional, ya que simboliza el compromiso de un país con:
- Economías de mercado abiertas y democracias pluralistas.
- Liberalización progresiva de los movimientos de capital y servicios.
- Adhesión a estándares internacionales de anticorrupción, buen gobierno y transparencia.
Para un país que busca atraer inversión extranjera o negociar mejores acuerdos comerciales, este compromiso es un mensaje poderoso de confiabilidad y estabilidad ante el resto del mundo. En esencia, la OCDE es la balanza que mide y la brújula que guía a las economías más desarrolladas, asegurando que el camino hacia el crecimiento sea sostenible y beneficie, en última instancia, al bienestar de todos los ciudadanos.
La OCDE y España
España es miembro de la OCDE desde 1961 y cuenta con representación permanente en la misma, donde procura defender los propios intereses, conseguir feedback de calidad y contribuir al desarrollo de la cooperación internacional.
En las últimas semanas, la OCDE ha revelado sus previsiones en relación a la economía internacional, y aparentemente España se encuentra en una situación bastante más positiva que la de otros países de nuestro en torno, al menos en lo relativo al PIB.
De acuerdo con los datos, España apunta a cerrar como líder en crecimiento del PIB entre las economías desarrolladas en 2025, con un crecimiento del 2,6% del PIB, cifra que mejora la estimación actual para el promedio de la Zona Euro.
El economista jefe de la OCDE (Álvaro Pereira) afirma que los tres principales impulsores de este crecimiento económico español son el consumo, el turismo y la inmigración, aunque también se señalan deficiencias relacionadas con el aumento de la deuda o la baja productividad. Sin embargo, el organismo también advierte que, todavía, no se ha «notado el despliegue de los efectos de los aranceles».
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