Se dice a menudo que el dinero no crece en los árboles. Pero, irónicamente, la mejor forma de entender cómo funciona la riqueza generada por esta herramienta financiera es, precisamente, imaginando un árbol.
La mayoría de nosotros aprendemos a trabajar por dinero: vamos a la oficina, cumplimos un horario y recibimos un salario. Eso es sumar. Sin embargo, existe otra forma de ganar dinero, una exponencial, en la que cada vez generas más dinero. Una fuerza que Albert Einstein, supuestamente, calificó como la «octava maravilla del mundo»: el interés compuesto.
Si la palabra «interés compuesto» te hace pensar en fórmulas incomprensibles, no te preocupes. En este artículo no vamos a usar ecuaciones complejas. Vamos a explicarte cómo funciona la máquina de hacer dinero más sencilla y potente que existe.

La diferencia entre el interés simple y el interés compuesto
Para entender el interés compuesto, primero tenemos que ver qué es el interés simple.
Imagina que tienes un manzano (tu dinero ahorrado). Cada año, este manzano te da 10 manzanas (los intereses o beneficios).
Llega la cosecha, recoges tus 10 manzanas y te las comes, o las vendes para comprarte algo de ropa. El año siguiente, tu manzano volverá a darte 10 manzanas. Y al otro, otras 10. Dentro de 30 años, tendrás el mismo manzano solitario dando la misma cantidad de fruta. Tu riqueza está «estancada». Eso es el interés simple.
En cambio, veamos qué sucede con el interés compuesto: Cuando tu manzano te da 10 manzanas, no te las comes. En lugar de eso, tomas las semillas de esas manzanas y las plantas en la tierra.
- El primer año tienes un árbol grande.
- El segundo año tienes el árbol grande y 10 pequeños brotes.
- El tercer año, esos brotes ya son arbolitos que empiezan a dar sus propias manzanas.
De repente, no solo tienes la fruta de tu árbol original, sino también la fruta de los árboles nuevos. Y lo mejor: esas nuevas manzanas también tienen semillas que volverás a plantar.
El interés compuesto es, sencillamente, intereses que generan nuevos intereses. Es dinero que se reproduce, una y otra vez. Con el tiempo, ya no tienes un manzano; tienes un bosque entero que crece solo.
Con la misma mecánica encontramos las problemáticas tarjetas revolving, ya que actúan a través del interés compuesto, pero en lugar de jugar a tu favor en una inversión, lo que hacen es reproducir constantemente tu deuda.
El tiempo como aliado del interés compuesto
En la ecuación de la riqueza, el tiempo puede tener un peso mucho mayor que la cantidad de capital invertido. Esto desafía la intuición común de que «se necesita mucho dinero inicial para hacer dinero». A veces, empezar pronto puede marcar la diferencia.
Para ilustrar esto, analicemos un caso práctico comparando dos estrategias de inversión diferentes:
Un inversor (A) comienza joven, a los 20 años. Decide invertir una cantidad modesta, 200 € al mes, en un fondo indexado. Mantiene esta disciplina durante solo 10 años. A los 30 años, deja de aportar dinero de su bolsillo, pero no retira el capital acumulado. Deja que el dinero siga invertido y creciendo por sí solo hasta su jubilación a los 65 años.
Por otro lado, otro inversor (B) decide esperar hasta tener mayor estabilidad financiera. Comienza a invertir a los 30 años (justo cuando el inversor A dejó de aportar). Para compensar el retraso, invierte los mismos 200 € al mes, pero lo hace de forma ininterrumpida desde los 30 hasta los 65 años.
- El Inversor B aportó capital de su bolsillo durante 35 años.
- El Inversor A solo aportó capital durante 10 años.
Lógicamente, uno pensaría que el Inversor B tendría más dinero acumulado. Sin embargo, las matemáticas financieras demuestran lo contrario: Debido al interés compuesto, el Inversor A llega a la jubilación con un patrimonio significativamente mayor.
¿La razón? Los primeros euros invertidos por el Inversor A tuvieron 10 años adicionales de «rodaje» para capitalizarse antes de que el Inversor B hiciera su primera transferencia. En el interés compuesto, el tiempo de exposición al mercado es el factor multiplicador más potente. Esos primeros años de crecimiento, aunque parezcan lentos al principio, son los que generan la base masiva sobre la que se calculan los intereses futuros.
El coste de oportunidad de esperar para invertir es extremadamente alto. Un euro invertido a los 20 años tiene un potencial de multiplicación muy superior a un euro invertido a los 40.

¿Por qué nos cuesta entender este concepto?
Los seres humanos somos malos entendiendo el interés compuesto por una razón evolutiva: pensamos de forma lineal, no exponencial.
Si das 30 pasos lineales (1, 2, 3, 4…), avanzas unos 30 metros. Si das 30 pasos exponenciales (1, 2, 4, 8, 16…), al llegar al paso 30 habrías dado la vuelta a la Tierra varias veces.
Cuando empiezas a invertir aprovechando el interés compuesto, sucede algo que desanima a mucha gente: Al principio, no pasa nada interesante. Durante los primeros años, los beneficios son ridículos. Ganas unos céntimos, luego unos pocos euros. Es como empujar una bola de nieve pequeña. Es aburrido y parece que no vale la pena el esfuerzo.
Pero si aguantas, llega un punto de inflexión (el «palo» del hockey, donde la curva sube). De repente, los intereses que genera tu dinero superan lo que tú eres capaz de ahorrar con tu sueldo. Tu dinero empieza a trabajar más duro que tú. Ese es el momento en el que es realista empezar a hablar de libertad financiera.
Preguntas frecuentes
La diferencia está en qué haces con las ganancias generadas por los intereses. En el interés simple, retiras las ganancias. En el interés compuesto, reinviertes las ganancias para que se sumen a tu dinero original y continúen generando intereses, formándose un efecto bola de nieve.
Sí, si inviertes en interés compuesto, es muy buena idea. Esto se debe a que lo que más favorece al interés compuesto es que el tiempo continúe pasando y la bola de nieve siga haciéndose cada vez más grande.
I = C × r × t. Interés simple = Capital inicial x Tasa de interés (decimal) x Tiempo
Cf = Ci × (1 + r)^n. Capital Final = Capital Inicial x (1 + tasa de interés) ^ número de periodos de capitalización
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